domingo, 20 de octubre de 2013

Dejando de lado la cursilería, feliz día de la madre

    Hoy me levanté con el firme propósito de escapar de mis ganas de escribir una entrada alegórica al día de las madres para este blog. Es que estas ocasiones me ponen cursi y así, pues, no. Pero mi vieja, que siempre está ahí, me dijo «¿no vas a escribirme nada hoy?» o algo así. Y, pues, aquí estoy, escribiendo algo para ella y para todas las madres que andan dando vueltas por ahí.
    En mi tierra la madre es «la vieja» o, mejor dicho, para cada uno su madre es «mi vieja». Y la vieja es única y no hay otra igual. Esa es la parte cursi del asunto de la que hablaba al principio. Después de haberlo escrito voy a dejarlo de lado para poder hablar de lo que hace que esa señora sea tu vieja y que no haya otra igual.
    Para comenzar, tu vieja te llevó más o menos nueve meses dentro suyo y no conforme con eso te lleva a cuestas el resto de su vida. Durante esos meses dejó el cigarrillo, dejó el café, la cerveza y una innumerable cantidad de cosas más. Engordó, se le ensancharon las caderas, se le inflaron las tetas y los pies, hasta el punto de querer andar todo el día en chancletas. Después vos salís como si nada, como si todo. Y la dejás hecha un estropajo, teniendo que cuidarte a vos, a ella y a tu viejo (por lo general los viejos somos sólo niños con poco pelo, mucha panza y una billetera). Hay dos cosas que hace tu vieja desde que tomás tu primer bocanada de aire: te mantiene con vida y te limpia el culo.
    Que tu vieja te mantiene con vida es un hecho. Y no me refiero sólo a que te alimenta y te cuida hasta que podés hacerlo solito. Sé de mamás que tuvieron que partir antes de tiempo y sin embargo ahí siguieron, manteniendo con vida lo que más quisieron. Las viejas te siguen cuidando hasta que sos viejo.
    Tu vieja te limpia el culo, aceptémoslo. Y es culo, no cola, cola tienen algunos animales, culo es el término correcto. ¡Huyan defensores de lo supuestamente correcto! Perdón si me fui por la tangente, ya volví al círculo imperfecto. Te decía que tu vieja te limpia el culo. Es que después de nacer respirás, llorás, comés y cagas. A veces todo al mismo tiempo. Cuando sos un bebé tu vieja te cambia el pañal, entre otras cosas, para que no huelas a muerto. Pero no termina ahí la cosa, porque vos crecés y seguís cagándola. Y, por lo menos en mi caso, tu vieja siempre está ahí, al lado tuyo, ayudándote a limpiar tus desastres. Lo digo por experiencia propia, ya pasada la treintena de años me mandé cagadas de proporciones épicas, y mi vieja, armada de paciencia, estuvo a mi lado, siempre a mi lado.
    Bueno, creo que está dicho lo que tenía que decir. Estas son las razones por las que, a pesar de ser consciente que un día como hoy es más que nada un invento para aumentar los ingresos por ventas de los comerciantes de este bendito país y que es el día que muchos creen que los exime de su desinterés por sus madres el resto de los días del año, y dejando de lado la parte sentimental del asunto, porque se lo merecen tengo que decir:

Feliz día de la madre, para mi vieja y para todas las viejas que me lean.



jueves, 10 de octubre de 2013

Una ciudad


    Los habitantes de esta ciudad son casi perfectos. Hoy son más humanos que nunca antes (signifique lo que signifique eso). En esta ciudad nadie fuma, de hecho, sólo unos pocos privilegiados (entre los que me incluyo) sabemos de la existencia del tabaco, pero nunca lo hemos probado. Lo mismo sucede con otras drogas como el alcohol y la marihuana. No podemos permitir esta debilidad entre nuestra gente. En esta ciudad todos son vegetarianos, aunque el término como tal es desconocido, cayó en el olvido porque la gente común no conoce otra forma de alimentarse. Así es más sano, económicamente conveniente y más humano. En esta ciudad el crimen no existe, los malos pensamientos fueron arrancados de raíz, el mal no tiene lugar en su futuro. La muerte ya no es más la muerte, no saben la diferencia entre muerte natural, asesinato y suicidio, para ellos sólo es traspasar una puerta, una puerta literal hecha de algo parecido a la madera, lo que sucede más allá de ella no les interesa. Se reproducen en laboratorios, es más sano, limpio y seguro. Y así una infinidad de pequeñas mejoras que los hicieron lo que hoy son. Después de cuatro siglos lo logramos. No fue fácil. Hace más de cuatrocientos años nos aislamos del resto del mundo. Era necesario. Necesitábamos seguir adelante. La evolución nos guiaba. La evolución nos lo pedía.
    Pertenezco a una estirpe de seres superiores. El abuelo de mi abuelo fue el primero en plantear la idea. Él y cuatro de sus colegas estaban sentados alrededor de una mesa. Ellos dirigían la ciudad, inclusive los jueves por la noche. Alrededor de la mesa unos masticaban sus cigarros, otros pitaban sus cigarrillos, todos disfrutaban del delicioso rojo de un añejo vino tinto, todos asentando la copiosa cena, los jueves por la noche la cena siempre era asado, vuelta y vuelta, apenas un poco menos que cocido. Entonces el abuelo de mi abuelo habló: «Debemos cambiar». Y ya no hubo marcha atrás.
    Construyeron un muro, contiene a la ciudad y es el más alto del mundo. Cortaron todas las líneas telefónicas y destruyeron todos los dispositivos de telecomunicaciones. Dinamitaron las carreteras. Borraron a la ciudad de todos los mapas. Se quedaron solos al fin. Ya estaban protegidos de los demás, pero faltaba hacer algo más, protegerse de ellos mismos.
    Los adultos podían forzarse y fingir hasta hacer real lo fingido, pero con los niños era distinto. Así que fueron por ellos ¿Cómo podrían resistirse los niños? Raparon sus cabezas, los vistieron con los mismos uniformes grises y fríos. Les dijeron cuándo y qué mirar, cosieron sus párpados con intangibles agujas e hilos. Les dijeron qué comer y qué sentir. Cerraron todas las ventanas y quemaron casi todos los libros, sólo se salvaron los que están escondidos en la biblioteca de los elegidos. Yo soy uno de los cinco elegidos. Esto hicieron generación tras generación hasta que se convirtió en costumbre el suplicio.

    Y así llegamos a este punto. Escribí esto aunque escribir está prohibido. Haré miles de copias y me las arreglaré para que lleguen a su destino. Me fumaré un cigarrillo que duerme en su paquete cerrado hace cuatro siglos. Después me cortaré las venas. Vivir así no es lo mío.