Hoy me levanté con el firme propósito de
escapar de mis ganas de escribir una entrada alegórica al día de las madres para
este blog. Es que estas ocasiones me ponen cursi y así, pues, no. Pero mi
vieja, que siempre está ahí, me dijo «¿no vas a escribirme nada hoy?» o algo
así. Y, pues, aquí estoy, escribiendo algo para ella y para todas las madres
que andan dando vueltas por ahí.
En mi tierra la madre es «la vieja» o,
mejor dicho, para cada uno su madre es «mi vieja». Y la vieja es única y no hay
otra igual. Esa es la parte cursi del asunto de la que hablaba al principio. Después
de haberlo escrito voy a dejarlo de lado para poder hablar de lo que hace que
esa señora sea tu vieja y que no haya otra igual.
Para comenzar, tu vieja te llevó más o
menos nueve meses dentro suyo y no conforme con eso te lleva a cuestas el resto
de su vida. Durante esos meses dejó el cigarrillo, dejó el café, la cerveza y
una innumerable cantidad de cosas más. Engordó, se le ensancharon las caderas,
se le inflaron las tetas y los pies, hasta el punto de querer andar todo el día
en chancletas. Después vos salís como si nada, como si todo. Y la dejás hecha
un estropajo, teniendo que cuidarte a vos, a ella y a tu viejo (por lo general
los viejos somos sólo niños con poco pelo, mucha panza y una billetera). Hay dos
cosas que hace tu vieja desde que tomás tu primer bocanada de aire: te mantiene
con vida y te limpia el culo.
Que tu vieja te mantiene con vida es un
hecho. Y no me refiero sólo a que te alimenta y te cuida hasta que podés
hacerlo solito. Sé de mamás que tuvieron que partir antes de tiempo y sin
embargo ahí siguieron, manteniendo con vida lo que más quisieron. Las viejas te
siguen cuidando hasta que sos viejo.
Tu vieja
te limpia el culo, aceptémoslo. Y es culo, no cola, cola tienen algunos animales,
culo es el término correcto. ¡Huyan defensores de lo supuestamente correcto! Perdón
si me fui por la tangente, ya volví al círculo imperfecto. Te decía que tu
vieja te limpia el culo. Es que después de nacer respirás, llorás, comés y
cagas. A veces todo al mismo tiempo. Cuando sos un bebé tu vieja te cambia el
pañal, entre otras cosas, para que no huelas a muerto. Pero no termina ahí la cosa,
porque vos crecés y seguís cagándola. Y, por lo menos en mi caso, tu vieja
siempre está ahí, al lado tuyo, ayudándote a limpiar tus desastres. Lo digo por
experiencia propia, ya pasada la treintena de años me mandé cagadas de
proporciones épicas, y mi vieja, armada de paciencia, estuvo a mi lado, siempre
a mi lado.
Bueno, creo que está dicho lo que tenía que
decir. Estas son las razones por las que, a pesar de ser consciente que un día
como hoy es más que nada un invento para aumentar los ingresos por ventas de
los comerciantes de este bendito país y que es el día que muchos creen que los
exime de su desinterés por sus madres el resto de los días del año, y dejando
de lado la parte sentimental del asunto, porque se lo merecen tengo que decir:
Feliz día de
la madre, para mi vieja y para todas las viejas que me lean.