jueves, 13 de septiembre de 2012

Estoy aquí, de nuevo en este cuarto


    Estoy aquí, de nuevo en este cuarto, que no es el mismo, pero es el mismo cuarto. Es que yo tampoco soy el mismo, pero soy el mismo a pesar del paso de los años.
    Estoy solo, rodeado de gente que pasa por aquí a tomar un café, a contarme lo que le pasa o a preguntarme qué es lo que me está pasando. A veces charlamos de lo que pienso, de lo que piensan y de lo que estamos pensando. Tengo un cajón lleno de cartas que nunca leí y que sigo esperando. Tengo una taza con café frío, que me quema los labios al tomarlo. También tengo un cenicero lleno de las colillas de esos cigarrillos negros que me matan a diario.
    Me acompaña un gato negro, para más detalles: mi gato. Si no pueden verlo, es porque todavía no regresa de su último paseo. Es que a mi gato le gusta subir al tejado, pero anda enojado, porque hace mucho que no lo acompaño a cantar bajo un cielo estrellado.
    Decía que estoy otra vez en el cuarto. Me siento, prendo un pucho y empiezo a escribir, despacio. El pucho se fuma solo, olvidado en el cenicero mientras ejecuto este acto. Releo lo que escribí y reniego de la rima que, evidentemente, está de más en lo que ahora hago. Sonrío, porque Nadia siempre me lo recrimina y yo asiento en silencio, pero después igual lo hago. Termino y prendo otro pucho, adoro fumar cuando el trabajo está terminado. Porque no importa si es mucho o si es poco, si es genial o si es lo acostumbrado, lo importante es que lo intento. Lo intento una y otra vez, porque pienso morirme intentándolo.

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