Tenía ganas de
escribir lo que pienso. Pero estoy cansado. Cansado de todo, cansado del mundo,
de Rubén y de todos sus pretextos. Voy a tomarme, literalmente, vacaciones. Quiero
estar en mi casa, esa casa que no está construida de ladrillos, sino de voces,
rostros y afectos. Quiero despertarme temprano porque quiero y no porque debo. Quiero
preparar desayunos, almuerzos, cenas y juegos. Quiero reírme de mi estupidez y
ser un poquito menos estúpido, cada vez un poquito menos. Es cierto que no van
a estar aquí todos los que tienen que estar, pero sí van a estar. No se
preocupen, que yo me entiendo.
No es que quiera
guardar silencio, quiero guardar palabras para afilarlas y usarlas luego. Quiero
aplacar un poco la rima que empalaga mis textos. Quiero que la poesía sea
poesía, que la prosa sea prosa y que no me importe lo inútil del intento.
Esto tiene un poco
de ficción, porque, estando sentado donde estoy, es poco más que una expresión
de deseo. Ni me despido ni me voy, sólo abro una ventana para poder escuchar lo
que dice el viento y para poder mirar un poquito más lejos.
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