lunes, 2 de septiembre de 2013

Entonces pasa que

    Entonces pasa que te acostumbrás a no estar a la altura. Será que el metro setenta y poco es de verdad poco cuando se trata de estar a la altura de la que tanto hablan. Será que vivís en la altura, pero esos mil seiscientos metros sobre el nivel del mar que te acunaron al nacer son poquitos cuando hablás de la luna. Será que te lo repitieron una y otra vez a lo largo y lo ancho de los años. Te lo dijo una y otra vez con la mirada la madre de la niña rubia que querías con locura. Te lo dijo el reflejo mentiroso de tus propios ojos esa noche de tormenta, whiskey, Redondos y heridas abiertas. Te lo dijo la primera vez que dejaste los pantalones cortos. Te lo dijo un día de noviembre la primera vez que volviste a ponértelos porque no tenías otros. Te lo dijo la segunda vez que dejaste los pantalones cortos sabiendo que te van mejor los otros, pero insistiendo porque sos terco, terco como una mula.

    Entonces encendés otro pucho, releés lo que escribiste y te das por satisfecho. Es exactamente lo que esperabas: confuso y corto.

    Entonces pasa que negás tu propio enunciado. Será que estar a la altura no está a la altura de lo que opinan los locos. Será que tenés poco de poeta, pero mucho de lo otro.

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